Esta semana se ha cumplido medio año de la muerte de Cristina Paz Varela, una niña de 29 meses que murió el pasado mes de julio en la guardería Galiña Azul de Betanzos. El suceso, sin perder un atisbo de tragedia, tiene ahora una lectura más clara sobre las causas de la muerte. La autopsia revela que Cristina, que apareció con la cabeza sumergida en una piscina de plástico de 30 centímetros de profundidad, no murió ahogada, sino que un infarto provocó su caída en el agua. Así se desprende del informe sobre los análisis efectuados en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid, que ya ha sido incorporado al expediente del caso en los juzgados de Betanzos. El informe señala una miocarditis como posible causa de muerte súbita, «o ser un factor predisponiente en el episodio de sumersión». Según la reconstrucción de los hechos, Cristina estuvo como mucho unos cincuenta segundos con la cabeza sumergida, tiempo en teoría insuficiente para causar una muerte por ahogamiento. Además, las pruebas pulmonares y de otros órganos revelan que la niña no tragó una cantidad significativa de agua. «No se han visualizado diatomeas en las sangres de los ventrículos derecho e izquierdo y en médula ósea, existiendo en el agua de sumersión en gran cantidad», argumenta el informe.
El dramático episodio del 23 de julio convulsionó Betanzos y a la comunidad de la red de escuelas infantiles Galiña Azul. El funeral de Cristina fue multitudinario y numerosos vecinos arroparon a los padres de la niña, Lorenzo y María Jesús. El Consorcio de Benestar destinó entonces una psicóloga para vigilar el comportamiento de los niños que estaban en el patio de las piscinas en el momento del suceso.
En ese patio había en ese momento 33 niños de entre 1 y 3 años con cuatro educadoras. Una de ellas acudió al despacho para avisar a los familiares de otra niña que estaba indispuesta y, según el informe de la reconstrucción de los hechos, cuando abandonó el patio vio a Cristina jugando de pie fuera de la piscina, en cuyo interior estaban otros tres niños. El registro de la llamada permite determinar cuánto tiempo pudo estar Cristina desmayada. La educadora colgó el teléfono de forma repentina cuando oyó gritar a una compañera mientras sostenía el cuerpo de la niña en brazos. Habían pasado 55 segundos de conversación telefónica. Posteriormente consiguieron reanimarla, pero minutos después la niña sufrió una segunda y definitiva parada.